Cómo es la experiencia de los dos primeros observadores argentinos que custodian la frontera entre India y Pakistán
Para conmemorar el Día Internacional del Personal de Paz de la ONU entrevistamos a los dos primeros Cascos Azules argentinos en Cachemira
Si bien Argentina ha contribuido con tropas de sus fuerzas armadas a las misiones de Paz de la ONU desde 1958, el Capitán Juan Carlos Hernández Gómez (36 años) y el Capitán Agustín Señorans (34 años) hicieron historia en 2021, siendo los primeros argentinos en desplegar en la frontera norte de India y Pakistán, zona supervisada por las Naciones Unidas desde 1949, cuando se determinó su rol de monitoreo, observación e investigación a través de los Acuerdos de Karachi.
Los dos efectivos argentinos se unieron al Grupo de Observadores Militares de las Naciones Unidas en la India y el Pakistán (UNMOGIP) que permanece en la zona desde 1971, cuando se reanudaron los enfrenamientos que datan de 1947 cuando India y Pakistán se proclamaron Estados independientes, y tiene como objetivo la estricta observancia del alto el fuego entre ambos países en el estado de Jammu y Cachemira que se disputan desde aquella división de territorios. Actualmente, la misión está conformada por 112 miembros, entre ellos 44 observadores militares, provenientes de diez países diferentes y comandados por el jefe de misión que es el General José Eladio Alcaín de Uruguay.
Diversidad cultural, la clave para el enriquecimiento personal y profesional
Hernández Gómez y Señorans arribaron a Islamabad, capital paquistaní, el 7 de febrero, donde, para cumplir con los protocolos del Covid-19, permanecieron aislados y a los 15 días de su llegada finalmente desplegaron cada uno en una base del lado de la línea de control de Pakistán. La misión cuenta con bases de ambos lados de la frontera, ellos hasta el momento solo han estado en el área pakistaní, pero ya han solicitado su visa para que antes terminar su estadía, que tiene una duración de un año, puedan también realizar sus tareas en el país vecino, y sentir la satisfacción de haber servido en ambos países.
Desde su llegada están desplegados en bases diferentes y nunca van a compartir su labor en el mismo cuartel, así lo establece el mandato de la ONU para generar paridad y balance de nacionalidades, aunque tienen una fluida comunicación virtual. Los dos son en este momento jefes de base, Hernández Gómez en Rawalakot y Señorans en Skardu, y coincidieron en enfatizar que una de las mayores enseñanzas que les ha dejado esta experiencia es el enriquecimiento que produce la convivencia con pares que provienen de naciones diferentes. Asimismo, hicieron hincapié en el intercambio diario con las milicias locales, con quienes están sumamente agradecidos ya que su camaradería y asistencia en terreno resulta indispensable para el patrullaje y los traslados en una geografía tan atractiva como peligrosa por sus senderos de ripio y precipicios, rodeada por varios de los picos más altos del mundo a los pies de cordillera del Himalaya.
“Para poder viajar cerca de la línea de control nosotros tenemos que viajar entre 100 y 200 kilómetros, y en estas distancias es cuando uno se apoya en los locales que conocen bien la ruta, y se desarrolla una relación de confianza y camaradería”, expresó el Capitán Hernández Gómez.
De esas travesías diarias, con las milicias pakistaníes como anfitriones y guías, destacan haber incorporado infinidad de conocimientos sobre sus tradiciones, formas de vida y preceptos de la religión musulmana. Piensan que el intercambio cultural constante con ellos los ha hecho evolucionar, establecer vínculos, apreciar la plenitud de participar de una misión de la ONU y al mismo tiempo vivenciar la cotidianeidad con comunidades con creencias y costumbres muy diversas y asombrosas a la vez.
“En las misiones de paz se aprende el respeto por sobre todas las cosas, a ser más tolerantes, a entender que se pueden hacer las cosas de diferente manera llegando al mismo resultado, a respetar los mandatos de otras religiones, como los horarios de los rezos de los musulmanes, las formas de vestir, la comida, etc. Lo que para nuestra cultura occidental puede ser muy significativo puede no serlo para quienes habitan en otros países. La flexibilidad en el pensamiento es fundamental para participar de las operaciones de mantenimiento de la paz”, afirmó el Capitán Hernández Gómez.
Por su parte, el Capitán Señorans agregó: “ En lo personal yo he aprendido mucho sobre el Islam, uno puede leer un libro pero al estar aquí uno entiende mucho más la forma de vida relacionada con la religión musulmana y descubre los valores que profesan en sus acciones.”
¿Cómo perciben los pobladores al personal de mantenimiento de paz de la ONU?
Desde el primer contacto con la población pakistaní que habita en la región se sorprendieron por el trato afectuoso y hospitalario que les manifiestan los locales con gestos de gratitud cada vez que se presentan en zonas pobladas uniformados o a bordo de los vehículos oficiales, entendiendo que como resultado del servicio de las tropas que conforman la misión de observadores de las Naciones Unidas se han salvado muchas vidas y se respira paz por períodos prolongados.
“Creo que la población nos brinda un gran apoyo porque el trabajo nuestro inmediatamente genera consecuencias positivas en sus vidas, cuando se viola el cumplimiento del cese el fuego, como ocurrió en 2019, el impacto es negativo para las personas, hay destrucción de viviendas, heridos, zonas a las que no se puede acceder, entonces la gente se pone realmente feliz al ver las patrullas de las Naciones Unidas” expresó el Capitán Hernández Gómez.
Participar de una misión de la ONU durante la pandemia de Covid-19
Decidir viajar a otro país para conformar una misión de las Naciones Unidas, siempre es un honor para los miembros de las fuerzas armadas, pero al mismo tiempo implica el alejamiento temporario de los afectos. Quienes eligieron ponerse el casco azul durante 2020 y 2021 como el Capitán Hernández Gómez y el Capitán Señorans enfrentan una presión adicional, el distanciamiento en un momento de incertidumbre mundial, donde la salud se transforma en una preocupación permanente.
Con respecto a la familias y amigos que han quedado en Argentina, ambos capitanes se mostraron esperanzados, con la fortaleza mental del pensamiento positivo, se comunican diariamente con sus seres queridos, a veces por videollamada otras por mensaje de texto dependiendo la calidad de la conexión, la coincidencia horaria (son 8 horas de diferencia), y el acceso a la energía eléctrica que en ocasiones suele sufrir cortes intermitentes. En sus clases de instrucción y en el Centro de entrenamiento (CAECOPAZ) previo al despliegue, reciben capacitaciones muy detalladas sobre protocolos de prevención, que también comparten con sus allegados, y se los recuerdan constantemente.
En cuanto a los cuidados dentro de la misión, y a pesar de realizar rotaciones frecuentes entre las distintas bases, el respeto a los protocolos estrictos bajo los estándares de Naciones Unidas ha quedado demostrado con un saldo de cero casos positivos hasta el momento. “Nosotros acá en cada base estamos equipados con termómetros e insumos sanitarios, tenemos listas de control para hacer chequeos en el caso de que alguno presente algún síntoma, estamos comunicados permanentemente con el oficial médico de Naciones Unidas que reside en el cuartel general, se mantiene un control estricto diario de cada uno de los observadores, en el cual si llega a aparecer algún síntoma se lo aísla automáticamente y se informa para que se dé seguimiento” relató Señorans.
Si bien India es el segundo país con el mayor índice de contagios en la actualidad, la región de Cachemira del lado paquistaní no presenta cifras alarmantes de infectados con Covid-19, Hernández Gómez y Señorans aseguran que se debe en parte a que los lugareños viven en su mayoría en zonas rurales montañosas muy aisladas, con baja densidad de población y de relacionamiento.
Cuando las misiones de paz se transforman en un proyecto de vida
En el caso del Capitán Hernández Gómez, Cachemira es su tercera misión con las Naciones Unidas, en 2016 y 2019 estuvo desplegado en Chipre, mientras que el Capitán Señorans tiene una experiencia previa en Haití, donde desembarcó pocos días después del devastador terremoto en 2010. Aún les resta más de medio año por delante en Asia, y los dos ya tienen planificado volver a unirse a otra operación de mantenimiento de paz, quizás en Sahara Occidental o Medio Oriente.
Previo al próximo destino, los entusiasma la idea de retornar a la Argentina para incentivar a nuevos observadores, ellos ya marcaron un precedente en esta misión y sueñan con que otros compatriotas los sucedan, continúen su camino, y comprendan la complejidad y la relevancia de la presencia de la ONU en el lugar.
“Sabemos que esta experiencia es inédita, y es emocionante, a nosotros nos tocó izar por primera vez la bandera del país en el cuartel general en Islamabad, pero después de nosotros vendrán otros observadores y eso es lo importante, que esta oportunidad trascienda y haya más argentinos y argentinas en esta misión.” expresó con orgullo el Capitán Señorans.