Dejar lugares, dejar familia, afectos, recuerdos, historias personales, son decisiones angustiantes, pero a veces imprescindibles. Así lo entendieron más de cuatro millones de refugiados y migrantes venezolanos, que según el reciente informe de ACNUR “Tendencias Globales 2018”, de los cuales se estima que Argentina acoge actualmente a más de 130.000.
Dentro de esa cifra representativa de población desplazada, en su mayoría dentro de Latinoamérica, se halla una enorme proporción de jóvenes, nuevas generaciones que con optimismo y sacrificio sueñan con crecer y desarrollarse en ambientes más estables, ajenos
a la violencia y las carencias.
De uno de esos sueños surgió Latin Vox Machine, una orquesta sinfónica fundada en 2017 por Omar Zambrano, quien llegó de Venezuela a Buenos Aires en 2016, conoció a varios músicos
compatriotas suyos que compartían sus melodías en el subte de la capital argentina, y de conquistar la atención de los usuarios de uno de los medios de transporte más concurridos de la ciudad, se animaron a subirse a un escenario y fusionarse en un mismo proyecto. Comenzaron siendo 35 integrantes y con el correr de los meses congregaron a un total de
120, incluyendo producción y logística, en un principio eran solo venezolanos, y luego la orquesta fue abriendo sus fronteras, dándole la bienvenida a argentinos, uruguayos, paraguayos, colombianos y sirios.
Latin Vox Machine ya no es solo un proyecto, ni es solo una orquesta, es un modelo de integración, un paradigma de dignidad, respeto y diversidad que le ha devuelto la felicidad a un grupo de jóvenes que lejos de sus hogares son un ejemplo de multiculturalidad, una inspiración para el mundo.
Para conmemorar el Día Mundial del Refugiado, la Oficina del ACNUR para el Sur de América organizó una gala sinfónica en el CCK, uno de los Centros Culturales más grandes de la República Argentina, y será Latin Vox Machine la orquesta encargada de difundir el mejor de los mensajes a través de la combinación de notas musicales, porque como emotivamente lo expresó Valentina Betancourt, una de las contrabajistas de la orquesta: “Detrás de las partituras no hay nacionalidades”.