Felicitas, una joven que vuela alto para transformar la educación
Tiene 28 años y desde los 24 entendió que su vocación era contribuir a la educación de niños y jóvenes con carencias y dificultades de aprendizaje.
En el Día Internacional de la Juventud, compartimos su historia, que, a pesar de estar influenciada por su pasión por la enseñanza, al comienzo, durante su propia escolarización atravesó momentos de frustración, ya que le costaba leer e igualar el nivel de incorporación de conocimientos de sus pares. Finalmente, en la universidad, formándose para ser docente de escuela primaria, descubrió que su impedimento respondía a una causa precisa: Felicitas padecía dislexia.
“Recuerdo mi primer grado vivirlo con muchísimo sufrimiento porque veía que mis compañeros avanzaban y yo quedaba un poco afuera, lo vivía con mucha angustia, pero mi quiebre fue en cuarto grado porque yo me esforzaba un montón y no lograba los objetivos, eso me generaba una especie de traba emocional.”
Esa angustia que la desanimaban en la niñez la canalizó en entusiasmo y empeño para convertirse en una transformadora de la educación, en una heroína encubierta dentro de una comunidad muy relegada: Concordia, Entre Ríos, la segunda ciudad con mayor cantidad de hogares pobres (45,4%) en Argentina. Felicitas se radicó allí al finalizar sus estudios universitarios en Buenos Aires, cuando decidió dejar la comodidad de la gran ciudad y, junto a su amiga Florencia y a Franco, otro joven con los mismos ideales, fundaron una iniciativa que desde agosto de 2023 se llama: Volando Alto. El propósito concreto de esta ONG es que la niñez del lugar no quede atrás en términos de educación para lograr romper el ciclo de la pobreza.
Para ello, Volando Alto acompaña a los chicos en sus trayectorias escolares y, en los casos donde hay deserción escolar, los ayudan a reinsertarse.
“Enseñamos a las chicas y chicos desde el comienzo que nuestro acompañamiento no tiene ningún costo pero que hay que cumplir ciertas normas para que podamos dar continuidad al proceso de aprendizaje, tienen que comprometerse a asistir a las clases tres veces a la semana, y al mismo tiempo concurrir a la escuela. A veces las carencias económicas también suelen ser un estorbo, tenemos casos donde nos dicen que faltan a clase porque no tienen hojas, lapiceras, o zapatillas, en ese momento vemos de conseguir lo que necesitan nosotros para que no se sientan marginados, para que no lo vean como un impedimento y no interrumpan su educación.”
Volando alto para encaminar vidas
El proyecto comenzó incipientemente en 2019, y terminó de materializarse formalmente hace un año, cuando se constituyeron como asociación civil. En estos cuatro primeros años ya han brindaron acompañamiento escolar a 400 niñas, niños y jóvenes. Actualmente, junto a más de veinte voluntarios, educan a un total de 150 chicos y chicas que tienen entre 4 y 18 años y están ampliando ese rango etario para también poder apoyar a las y los jóvenes que finalizan el ciclo secundario, ayudándolos a prepararse para desembarcar en el mercado laboral y a animarse a inscribirse en instituciones de educación terciaria.
“Hoy tenemos tres programas vigentes,” explica Felicitas:
“El programa de alfabetización para niños de hasta 16 años, en el cual trabajamos con población infantil y joven que no ha logrado evolucionar. Nos encontramos con chicos de segundo año de secundaria que, con 14 años, no saben leer. Con ellos volvemos para atrás, construimos bases sólidas desde el inicio para que puedan ir avanzando hasta llegar a nivelarse. Tenemos, por ejemplo, el caso de una chica, Natalia, que llegó con 15 años sabiendo escribir solo su nombre y el de su mamá, y con el tiempo su progreso ha sido increíble, porque lo tratamos individualmente y de acuerdo con sus necesidades de aprendizaje.
Para esos mismos chicos también diseñamos un programa de crecimiento integral, donde les inculcamos alimentación saludable con el desarrollo de huertas, educación emocional, educación sexual integral (ESI), arte y música. El tercer programa que llevamos a cabo es el de la alfabetización digital, para chicas y chicos que no tienen acceso ni a computadoras, ni a teléfonos celulares porque hay uno por familia. Por esta falta de acceso es que decidimos acortarles la brecha digital porque es fundamental para poder prepararlos para que tengan una oportunidad en el futuro.”
Felicitas comentó además que sueñan con un cuarto programa: “las mismas familias nos lo están pidiendo y está orientado a padres y madres, porque existe mucho analfabetismo entre las jefas y jefes de familia, que no sólo no pueden acompañar a sus hijos en el proceso, sino que además se les cierran puertas para poder trabajar. Por eso creemos que hay que promover la alfabetización familiar y luego sumar un área de empleabilidad, estamos evaluado como poder implementar esta idea, es nuestro sueño.”
Aunque el incremento en la cantidad de chicas y chicos a quienes asisten es constante, el financiamiento de la iniciativa continua siendo un desafío y Felicitas tímidamente reconoce que en algunas ocasiones, cuando los recursos no son suficientes, ella junto a los otros educadores han tenido que costear actividades con su propio dinero para garantizar el funcionamiento de los dos Centros de Desarrollo de Oportunidades
localizados en barrios extremadamente vulnerables, en los cuales Volando Alto nunca les falla a los concurrentes.
La clave de la transformación educativa también está en el seguimiento personalizado
Felicitas analiza varias conclusiones por las cuales cree que en ocasiones la educación no es efectiva y necesita ser transformada. Una de ellas es la desactualización de los planes de estudio. “Si bien no todos aprenden de la misma manera, hay metodologías probadas científicamente, que son efectivas como por ejemplo enseñar la lectoescritura con el sonido de cada letra, y que no se están utilizando. Nosotros la aplicamos como parte de un juego y luego avanzan de manera increíble.”
Felicitas también recalca que la realidad que los chicos ven a su alrededor en el contexto de pobreza en el cual viven no los impulsa a creer en un futuro, por eso hace hincapié en la importancia de utilizar la tecnología para mostrarles otras realidades, otras fuentes laborales, profesiones que no conocían pero que al conocer su existencia siembran motivación.
“La pobreza es desorganizada, pensar en un futuro para estos chicos a veces es complejo, tenemos un sueño con el grupo de estudiantes más grandes, nos encantaría llevarlos a Buenos Aires, que conozcan otras realidades. El año pasado hicimos una fiesta para fin de año en un salón, los llevamos en micro y fue toda una aventura porque muchos de ellos no conocían lo que era un semáforo. Por eso uno de los desafíos nuestros de brindar oportunidades, implica que también puedan abrir su cabeza.”
“Para transformar la educación hay que tener muchas cosas en cuenta, pero principalmente nunca hay que olvidarse que los chicos son personas, que estamos trabajando con vidas que tienen una historia familiar detrás, debemos ponerlos en el centro.
Yo sueño con una educación de calidad, concebir la educación no solo como un proceso formal sino como un aprendizaje de la vida, un autoconocimiento, porque para mí la educación debe ser integral. Cada uno de nuestros chicos es único y necesita algo distinto, por eso aprendimos a estar atentos todo el tiempo a cada caso, descubrir que les falta para que eso no sea un obstáculo en su crecimiento educativo. Razón por la cual la vocación del docente es indispensable, la dedicación creo que es el camino.”
Celeste, la historia que eligió Felicitas para demostrar que con educación hay esperanza
“Es difícil elegir una sola historia” comenzó diciendo Felicitas con emoción, y eligió a Celeste. “Llegó a nuestro espacio con siete años, nosotros compartimos el recinto con un comedor escolar, ella fue un día a pedir su comida, y se enteró de nuestra presencia allí, se acercó a preguntarnos qué estábamos haciendo y solita decidió unirse al grupo. Celeste no iba a la escuela. Aprendió a leer y a escribir con nosotros con una rapidez increíble, pero también vino a aprender de amor, vino a aprender modales, cómo tratarse con los demás, y pautas de higiene que fue incorporando. Logró un aprendizaje hermoso, hoy lee, comprende, sabe cálculos matemáticos, y concurre a cuarto grado en una escuela. Celeste vive en una zona inhóspita, para llegar a su casa hay que caminar por unas bolsas de arena, no hay calles y en su casa no tiene baño, no tiene agua para bañarse, y a pesar de su entorno logró todo lo que logró, por iniciativa propia, entendió que hay normas, la importancia del compromiso, le encanta aprender, es su motor.
Me surgió contar esta historia, forma parte de esos chicos olvidados, ojalá pueda soñar en grande, pueda volar alto y pueda ser feliz. Ella eligió la educación.”
Celeste eligió la educación y Felicitas eligió educar en un ámbito difícil, con cientos de vicisitudes, pero con una sabiduría y un corazón tan enorme que la distinguen como una exponente de la juventud que el mundo hoy necesita para liderar el futuro.