En mi primer día como Secretario General de las Naciones Unidas, una pregunta me pesa sobre el corazón.
¿Cómo podemos ayudar a los millones de personas atrapadas en conflictos, a aquellos que sufren enormemente en guerras que no parecen tener fin?
La población civil esta siendo ferozmente vapuleada: Mujeres, niños y hombres mueren o resultan heridos, se ven obligados a abandonar sus hogares, pierden sus bienes y se encuentran sumidos en la indigencia. Hasta los hospitales y los convoyes de ayuda humanitaria son blanco de ataques.
No hay vencedores en estas guerras; todos pierden. Se gastan billones de dólares en la destrucción de sociedades y economías y se exacerban los ciclos de desconfianza y miedo que pueden perpetuarse durante generaciones. Se desestabilizan regiones enteras y la nueva amenaza del terrorismo global nos afecta a todos.
Hoy, día de Año Nuevo, pido a todos que nos unamos en pos de un objetivo común:
Pongamos la paz ante todo.
Hagamos de 2017 un año en que todos –ciudadanos, gobiernos, dirigentes– procuremos superar nuestras diferencias.
Actuemos con solidaridad y compasión en nuestra vida cotidiana, que el diálogo y el respeto trasciendan las diferencias políticas …
Logremos un alto al fuego en los campos de batalla para poder lograr consenso en negociaciones que lleven a soluciones políticas …
La paz debe ser nuestro objetivo y nuestra guía.
La dignidad y la esperanza, el progreso y la prosperidad, todo lo que como familia humana deseamos alcanzar, depende de la paz.
Pero la paz depende de nosotros.
Los exhorto a todos a que, juntos, nos comprometamos con la paz hoy y todos los días.
Hagamos que 2017 sea un año para la paz.
Gracias.